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Por culpa del azar o de un desliz, cualquier mujer puede convertirse en madre.
Dios la ha dotado a mansalva del instinto maternal con la finalidad de preservar la especie. Si no fuera por eso, lo que ella haría al ver a esa criatura minúscula, arrugada y chillona. Pero gracias al instinto maternal la mira embobada, la encuentra preciosa y se dispone a cuidarla gratis hasta que se lo permita la vida.
Tu amor incalculable
mis faltas por alto pasó.
Porque el querer de una madre,
ese, no tiene comparación.
A Dios le doy gracias por ser mi madre, por tus reproches y consejos. Por el bien que me enseñastes y de mi ser siempre cuidastes. Por ser madre bondadosa, llena de paz y sabiduría. Porque amas la verdad. Por ser mi madre y enseñarme la claridad. Sentimientos nobles que no conocen la maldad. Por tus valores y guiarme de la mano, en senderos llenos de flores. Por tus palabras de aliento, por tus silencios elocuentes. Por tu mirada sabia y profunda. Por tu paciencia y tesón. Por instruirme en la vida y enseñarme a no mentir. Por preocuparte por los problemas que dejo a la vista sin pedir recompensa alguna. Tu sabes apreciar lo que los demás desprecian. Tu presencia despierta confianza y esperanza en mi futuro. Se que puedo contar contigo en momentos difíciles, puedo contar contigo para compartir mis alegrías y se que nuestra amistad se sustenta con mutuo amor.
He cometido mil errores como hija, si fuera posible volvería a transformar esos errores en cariño. Lucharé por cambiar mi forma de ser que te lastima, es un acto reflejado por mis sentimientos hacia la vida, hacia sentimientos que desconoces de los cuales no debes culpa. Mientras tanto, en la vida que nos quede por vivir, prometo intentar ser la hija que mereces y no dañar tu corazón. Perdona esos momentos en los que no he supe valorarte como debería, tú eres grande y maravillosa, jamás lo olvides.










