Quisiera obtener la inocencia en la que nada importaba, en la que llorar sólo significaba querer un juguete de plástico, en la que al dormir los sueños que ahora me atormenta no eran nada, cuando el amor no existía. La realidad se hace más dura, el camino es difícil de entender, las decisiones cada vez forman más parte de cada minuto, las esperanzas se agotan con más facilidad. Ahora todo es confuso, nada es igual y nunca nada lo será, porque lo único que es para siempre es el cambio. Esforzarse para demostrar que encajas en el mundo, en hacer ver quien eres, en tu valor y fuerza como individuo de este lugar, en descubrir lo que verdad vale vivir aquí. A pesar de todo, no todo lo malo es tan malo, sin olvidarse que tampoco todo lo bueno es tan bueno. La clave está en salir ahí afuera, enfrentarse a uno mismo, ir más allá de donde creas llegar, porque experiencia es lo que obtienes cuando no obtienes lo que quieres. Aunque aún quede mucho camino por recorrer, la vida sólo se para cuando tu subas al mundo de las estrellas, y nunca será una derrota, sino una victoria por llegar al final del camino sin rendirte por medio. Tan sólo porque eres tú, dueño de tu propia vida, de tu propio mundo, de tu inmensa sonrisa que puede llenar huecos vacíos...
Y aunque ahora no puedo seguir estos pasos, sé que en algún momento de esta vida podré conseguirlo. Tarde o temprano me quitaré esas cadenas que me atan en un triste universo en el que mis sueños no llegan a tocar la libertad.
Prometo recobrar esa dulce inocencia que me daba felicidad.
